domingo, 8 de abril de 2012

Sin darse cuenta llegó a su vida, de manera poco casual, volcó frente a ella su baúl de locuras y se quedó mirándola. Permaneció a la espera de una reacción, un gesto, una palabra. Ella miró detenidamente en los ojos de él, vio desnuda su locura y se vio a sí misma. Él estaba seguro de que iba a irse, pero ella se quedó. Y ninguno de los dos supo bien por qué, un día ella lo buscó. Él, pensándose deshecho, se convencía de que no tenía nada para dar. Tal vez así era más fácil de pasar la vida, creyéndose perdido, sin la responsabilidad de tener la capacidad de hacer feliz a alguien y lo que implica no hacerlo. Ella, a ella le ardían las ganas de conocer cuánto podía dar, saber si podría volver a sentir, cuan adentro podría llegar alguien y si podía hacerlo feliz. Los días los acercaron y las noches los unieron. El sol se apagó y algo adentro suyo se despertaba. Él no quiso saber, no quiso sentir. Ella se hacía de cualquier cosa que tocara algún punto de su alma, lo guardaba y lo cuidaba, esforzándose para que perdure. Él necesitaba tiempo, y ella no lo tenía, su tiempo era hoy, ella nunca tuvo un mañana, ella no creía en nada, si no era hoy no pasaría jamás. Él se tambaleó al borde de ese abismo entre la mediocridad y el amor. Se convenció de que no, no se animó a saltar. Ella lo esperaba del otro lado, lo miró a los ojos y sin hablar le pidió que la salve. Él calló todo, y no supo que ella no dijo todo lo que quería. No supo que ella lo esperaba para contarle todo, que mientras él estuviera del lado del miedo, las palabras de ella no llegarían. Lo miraba otra vez y se callaba que la salve. Él se confundió, no supo qué hacer. Ella sonreía, cada día un rato más. Él le daba más de lo que ella necesitaba, sin entender, le alegraba los días. Ella siempre pidiéndole que vaya a su lado, que le tome la mano y no la suelte, ella no iba a dejarlo caer, porque en ese salto, lo esperaba al cruzar. Él besó sus labios. Ella supo que era él; que había llegado por una razón, había llegado porque salvándola a ella, se salvaría él, se salvaría del miedo, de la resignación, del dolor, de la mediocridad, del vacío de no sentir. Él la miró, la vio; ella se convenció y no volvería a dudar: era él.

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Eras puro rocanrol .

Eras puro rocanrol .