martes, 4 de enero de 2011

Querer borrarte, sangrarte, hacerlo, no lograrlo. Entendí que no estabas en mis venas, era un tanto más que eso y no iba a sacarte de mí con doce estúpidos cortes. Habías llegado a mi corazón, estabas en cada parte de mi cuerpo, en cada célula. Pero no estabas para mí, no podía tenerte, y así quedaba descartada la primera de las únicas dos salidas posibles. (¿posibles? Tenerte conmigo estaba muy lejos de ser una posibilidad). Quedaba sólo una, estaba obligada, no podía seguir así. Había decidido terminar con todo, las razones para no hacerlo eran demasiado injustas, no se puede vivir por los demás, tenía que ser egoísta por una vez. No era que deseara morirme, era que estaba convencida de que no podía seguir muriendo, perdón, viviendo así. No podía aunque quisiera. Había sido feliz un tiempo, y después unos días más en la ignorancia, pero era innegable: había vuelto a ser dejada, abandonada.
Casi sin anticiparlo ya había entrado en ese estado de “salí de mi piel, me quemás”. Me faltaba el aire, por momentos me quedaba inmóvil, inerte o así me sentía. No veía nada, sólo miraba algún punto fijo. Pronto iba a dejar de sufrir y junto con el dolor también se irían momentos felices y algunas cosas que no deseaba perder, pero sabía que no podría aguantar otro ataque, otro golpe, otra caída. Pasaron los minutos, horas o lo que fuere, no tenía noción del tiempo. Empecé a pensar en alternativas dolorosas pero no terminantes, o por lo menos tardarían un poco más en acabar con todo, si es que lo permitía. Necesitaba esa salida momentánea, ese alivio. Pero no tardé en volver a estar dentro de mí y pensar con total lucidez, y ya pensaba en la posibilidad de volverme más fuerte y enfrentar las cosas en lugar de destruirme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Eras puro rocanrol .

Eras puro rocanrol .